Blog Fundación Manantial
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09/04/2019
Las personas con problemas de salud mental tenemos que enfrentar muchas dificultades para seguir adelante con nuestras vidas. Debemos asumir un doble trauma, uno que está en el origen de nuestro malestar, al que se une el profundo y doloroso estigma que la sociedad nos impone.
Un estigma que está a veces escondido y a veces a simple vista, y que implica a muchos agentes: medios de comunicación, las propias instituciones que deberían ser garantes de nuestros derechos, en muchas ocasiones el personal sanitario, pasando por instituciones educativas que tienen en sus manos la gran tarea de educar a nuestra infancia y juventud.
Es un estigma silencioso porque no se reconoce. La sociedad, más allá de los profesionales éticos implicados que están con nosotros en esta batalla, no reconoce este daño que se hace a diario a nuestro colectivo.
El no ser reconocido, dificulta más combatirlo. Nadie, de todas las personas con las que he tenido la oportunidad de hablar sobre este tema, pensaba que tuviera prejuicios en esta dirección, pero en la mayoría de los casos, cuando hablas en profundidad, te das cuenta de la cantidad de ideas falsas y estereotipadas que tienen.
Después del terrible incidente acaecido en Valencia, pude comprobar las barbaridades que se decían sobre el colectivo y la impunidad con la que se hacía, sin apenas dar tiempo a los jueces y profesionales a hacer su trabajo, la masa social había emitido su veredicto.
Éste implicaba la inequívoca relación entre enfermedad mental y violencia, la incapacidad de estas personas para el cuidado de los hijos y la necesidad de que estas personas estuvieran encerradas y medicadas.
Todo esto escrito en cientos de mensajes que pululaban por internet, en respuesta a ese amarillismo de la prensa en relación a este triste caso, que había invadido todas las portadas de nuestros medios de comunicación.
¿Que una persona aquejada de un problema de salud mental haya cometido un acto violento nos convierte a todos en potenciales asesinos?
¿Que una persona que sufre un problema de salud mental haya cometido este deleznable acto contra sus hijos, nos convierte a todos en malos padres?
¿De verdad, seriamente creemos que por un acto de esta índole, todas las personas aquejadas de estos problemas deberían estar encerradas?
Lo peor de este estigma, es que viene de un profundo paternalismo, desde el discurso de «pobrecitos, ellos no tienen la culpa, pero la sociedad debería encerrarlos para que no hagan daño a nadie y darles el tratamiento que necesitan», desde un buenismo muy mal entendido que hace tanto daño y que justifica el estigma.
Evidentemente, ningún medio de comunicación ha ofrecido información veraz sobre el colectivo, ninguno ha ofrecido las estadísticas que hablan de que las personas con problemas de salud mental son cinco veces menos violentas que la población «normal», ni las que dicen que el 75% de las mujeres con problemas de salud mental sufren violencia de género en sus hogares y no la ejercen.
De eso muy pocas veces se habla, salvo en contextos de profesionales o activismo en salud mental.
Me pregunto qué ocurriría si esta generalización se diera sobre otro colectivo, sobre las mujeres o sobre una condición étnica, seguramente nos parecería una barbaridad, pero no es así cuando se habla de «enfermos mentales».
La sociedad ejerce una profunda violencia sobre nosotros, en su consideración, en acto, con prácticas abusivas que atentan contra los derechos humanos y la dignidad de las personas, en tratamientos coercitivos, sobremedicación y falta de dispositivos terapéuticos con los que atender a aquel que sufre.
Poniéndonos a cuestionar, cuestionemos la atención que se ofrece por parte del sistema sanitario en salud mental, pongamos en el punto de mira el número insuficiente de profesionales para atender a los pacientes.
Pongamos en cuestión esa forma en la que se presta la Psiquiatría Biologicista, al ponerse al servicio de este sistema que hace aguas, culpando a nuestros cerebros y obviando un enfoque psicosocial que está en juego, utilizando la medicación como tapón y justificación de todo.
Los pacientes necesitan una atención terapéutica diferente, semanal en muchos casos, con tiempo para elaborar su historia y rectificarla, poner en palabras su sufrimiento y no una visita cada dos meses sin tiempo apenas para contar cómo están.
Porque las personas con problemas de salud mental no son personas con un cerebro enfermo, son personas con un intenso sufrimiento emocional que tiene una causa que el paciente tiene que poner a trabajar y elaborar.
Siempre se aducen motivos económicos para no cambiar nada, pero no se reflexiona sobre el ahorro que produciría a nuestro sistema un tratamiento adecuado, ahorro en ingresos hospitalarios y en medicaciones carísimas, como son las medicaciones psiquiátricas.
Pero claro, aquí los perjudicados serian las grandes farmacéuticas, muy contentas de tener clientes de estos tratamientos de por vida.
Invertir en profesionales de la salud mental, invertir en nuestro sistema social, repercutiría en el bienestar de los pacientes, que es de lo que se trata, y nos haría caminar hacia un modelo más comunitario donde la integración sea un hecho y el estigma caiga.
No olvidemos que una de cada cuatro personas sufrirá a lo largo de su vida un problema de salud mental, no somos inmunes, no somos ajenos a esta realidad.
Hace poco escuchaba a Raúl Gómez, de Fundación Manantial, decir que una de cada cuatro significa que si nuestra propia familia está compuesta por cuatro miembros, uno de nosotros podría estar afectado por este sufrimiento y no puedo estar más de acuerdo con él. Si pensáramos así, si pensáramos que esto le ocurriera a alguien de nuestra familia y pensáramos en el trato que nos gustaría que recibiera, podríamos acabar con este estigma que tanto dolor causa.
No es una cuestión de los otros, es una cuestión de todos acabar con esta lacra.
Silvia García Esteban
Silvia es experta en Literatura infantil y juvenil, escritora y poeta. Antes de descubrir el mundo de la literatura y el inmenso poder de curación de las palabras, trabajó como mediadora en diferentes proyectos sociales relacionados con el mundo de la inmigración y el refugio.
Tiene un particular compromiso con la infancia, llegando a desarrollar durante cuatro años el proyecto ‘Mamá de día en su hogar’, un espacio de acompañamiento respetuoso para niños entre 0 y 3 años.
Actualmente lleva a cabo un proyecto de animación a la lectura y creación artística en un cole de Madrid.
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