Blog Fundación Manantial
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05/11/2018
Quién me iba a decir que casi 20 años después, volvería a un centro a estudiar y que sería capaz de ello, enfrentándome a mis miedos e inseguridades.
Miedos por todo lo vivido en el colegio y en los institutos, esos miedos que me hacen temer a los niños y adolescentes porque me retrotraen a mi infancia maldita por su culpa…
Inseguridades por pensar que ya no doy más de mí, que mi cabeza no funciona lo suficientemente bien para estudiar y que no seré capaz de relacionarme normalmente con otras personas o estudiantes como yo.
Todo ello forma parte de mi autoestigma, de mi posición de víctima en ese contexto, pero eso forma parte del pasado. Yo ya no soy ese niño que fui, tiranizado por los otros, miedoso y sumiso. Yo ya no soy ese niño que fui, con dificultades de aprendizaje por el sufrimiento constante que estaba pasando entonces. Yo ya no soy ese niño que fui, titubeante y suspicaz, al que le costaba confiar en los demás por todo lo que le estaba sucediendo.
Ahora soy YO, un YO con mayúsculas, capaz de afrontar aquello que se me ponga delante, cualquier barrera, cualquier obstáculo en forma de persona, problema o limitación.
El autoestigma ha sido vencido y yo he crecido para mejor, para mi bien.
La posición de víctima ha cambiado a posición de igual, de persona, de ciudadano, y soy capaz de mirar a los ojos de los demás sin sentir miedo ni vergüenza. Ya no agacho incómodo y aterrado la cabeza al notar que otros me observan y aunque me asalten miles de pensamientos negativos cuando esto ocurre, sé como erradicarlos y seguir viviendo como si no existiesen, relativizando, no creyendo que me miran con desprecio o riéndose de mí.
Durante algo más de seis meses he convivido con mis demonios y temores, luchando contra ellos y venciendo. He sido capaz de sacar el curso y de no abandonar por la presión del entorno (aún hostil para mí) ni por la dificultad de los estudios, aunque no he estado lejos de tirar la toalla en un par de ocasiones. Por suerte no me he rendido.
Muerto mi autoestigma, también ha muerto el estigma que otros puedan tener hacia mí. Si no me importa, si no me duele ya lo que piensen o digan, si no le doy valor a sus palabras o a sus ideas,…
Sigo sin rendirme, ni por mis miedos ni por los señalamientos de otras personas, es más, son la fuerza para seguir luchando, para seguir adelante.
Poco a poco he ido saltando los obstáculos del camino, superando los baches de la vida y afrontando las dificultades o miedos que padecía: el miedo al aprendizaje, a no saber vivir, a la soledad, a los otros, a los espacios abiertos, a los espacios cerrados, a los medios de transporte, a los institutos o escuelas, a la tristeza, a mi enfermedad, a mis síntomas…
Ahora lucho con fuerza por mis derechos y por los que son como yo, incluso por los que no lo son, ya que nadie es igual que nadie, ni tampoco mejor o peor que el otro, y por eso lucho: por la igualdad de los distintos, de las personas… Al igual que lucho cada día por no quedarme en la cama, por no derrotarme, con esas mismas fuerzas combato en primera o segunda línea de ataque en la guerra de los unos contra los otros, pero deseando que ésta acabe pronto y que sólo exista el respeto entre las personas.
Por Pedro A. Lara, blogger de afición e interesado en el crecimiento y desarrollo personal, así como defensor de los derechos fundamentales de las personas.
Puedes leer más post de Pedro en su blog personal: http://siguiendoadelante.tumblr.com
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