Blog Fundación Manantial
Blog Fundación Manantial
29/12/2015
Decir que esta experiencia ha sido enriquecedora es no decir nada nuevo. Solo puedo intentar expresar por qué creo que lo ha sido para mí.
En mi caso me decidí por la labor de acompañamiento en la Residencia «Hortaleza». Para mí ha sido un verdadero reto, me ha proporcionado momentos muy intensos, no sabía muy bien a qué me iba a enfrentar y si sería capaz de hacerlo de una forma adecuada.
Por supuesto, lo más importante y gratificante han sido las relaciones interpersonales que se han establecido tanto entre los profesionales como entre los usuarios. Cuando acudía a la residencia, en muchos casos me sentía emocionada. Al ser yo misma una persona afectada, en mi caso por un trastorno bipolar complicado, la experiencia hizo que me diese cuenta del largo camino que había recorrido, desde los momentos en los que el mínimo diario que me exigía a mí misma era una simple ducha. Es decir, partía de una situación de exclusión en varios ámbitos, partía desde el mismo lugar en que se encuentran muchos residentes, y en este momento me siento como si de alguna manera pudiese mirar esta realidad aunque sea un poquito más desde fuera.
Lo que me hacía sentirme bien era pensar que, de alguna forma, simplemente con mi presencia, aunque no hiciese mucho más (porque en ocasiones no hacía mucho más), con mi sola presencia podía dar un testimonio de que es posible mejorar y tener mejor calidad de vida, el camino es duro y largo, pero es posible. Con ayuda es posible.
Aparte de esto, pensé que quizás mi utilidad podía venir precisamente por mi condición de persona con un trastorno mental. Quizás mi empatía podría ser la adecuada, simplemente por haberlo vivido. Me concentraba más en lo que no tenía que hacer, que en lo que debía hacer. Aprendí que en ocasiones simplemente se trata de estar, de sentarte al lado de alguien que no puede hablar, de dejarle quejarse, de escucharle. Llevo mucho tiempo pensando que en el momento actual hay como una especie de tiranía del pensamiento positivo, que hace que la gente que no tiene ese pensamiento positivo se sienta de alguna forma discriminada. Nadie puede sentirse optimista full time y el derecho al pataleo, es eso, un derecho.
Había claro, días durísimos y días increíbles.
Por ejemplo, momentos tan horribles en los que alguien te contaba que no podía salir de la residencia, que tenía agorafobia desde que unos indeseables empezaron a tirarles piedras, a insultarles. A tirar petardos en el patio y mil cosas más que no pude ni quise escuchar.
Había días tan estupendos en los que nos íbamos a la piscina. Bromeábamos con la idea de conseguir que se apuntase más gente y de esa forma montar un numerito a lo Esther Williams. Encima es una maravillosa piscina con una parte de spa, con lo cual era difícil resistirse a la tentación de pasar de hacer largos a los hidromasajes directamente.
Recuerdo el pasodoble que me marqué con una residente el primer día, nada más entrar por la puerta, y que me hizo sentir que todo iba a ir bien.
Los apurillos cuando tenían unas expectativas tan altas acerca de mis conocimientos informáticos que yo solo podía mirar fijamente la pantalla, con los ojos abiertos como los de una iguana y asentir diciendo, aja, aja, aja. Hasta que se hacía patente que no tenía «ni flowers».
O cuando alguien me contaba cómo había hecho paracaidismo, con silla incluida.
Los sudores cuando acompañando a una chica para que se familiarizase con sacar dinero de un cajero, cosa que sabía perfectamente hacer pero se sentía un poquito insegura, y lo dicho, aquí Kalamity le explicó todo menos el pequeño detalle de coger de vuelta la tarjeta antes de salir.
Recuerdo otro en el que me marché a casa con un dibujo o una manicura de lujo.
Y tantos y tantos otros que, por problemas de espacio no puedo relatar, y que siempre recordaré con gratitud y cariño.
Diana
Muchas gracias por compartir tus experiencias, Diana. Me alegré mucho cuando me dijiste que querías ser voluntaria en Fundación Manantial y veo que te ha servido de mucho. Un abrazo de tu amigo Marcos y ¡¡Felices Fiestas!!
Gracias Diana por tu tiempo y buen hacer. Me consta que la experiencia ha sido muy buena y así lo refleja este escrito tan emocionante . Tendremos la oportunidad de seguir construyendo nuevos caminos.
Un abrazo!
Muchisimas gracias
Diana, pienso que has dado lo mejor de ti con tu voluntariado. No solo te ha ayudado a ti crecer como persona, sino que la gente con la que te has relacionado también ha aprendido muchas cosas positivas que tú, con tu sensibilidad y esfuerzo, les has transmitido. Ojalá que el mundo estuviera lleno de personas como tú. Personas que saben escuchar y no juzgar, que tienen sus puntos débiles ( como todos) y saben reírse de ellos. Personas con una gran calidad humana. Un abrazo y enhorabuena.
Uno de mis grandes deseos,gracias por contar tu experiencia.
Diana estoy totalmente de acuerdo que es una experiencia muy enriquecedora, detras de cada persona hay una historia y un pasado que respetar de como viven a diario su presente.
Y es en esa rutina donde hallan un equilibrio, conectar con ellos y escuchar y que te cuenten su óptica es un privilegio raro que te concede la vida.
Mis mas profundo respeto, y desde el cariño,solo desearte lo mejor, y gracias pir compartir y ponerle palabras de lo que vivimos todos los que trabajos con PERSONAS y para PERSONAS.
Un saludo.