Blog Fundación Manantial
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20/01/2015
La sociedad va evolucionando poco a poco y ya existen otras formas de entender y vivir la vida
Hace algunos días, una profesional del Centro de Rehabilitación Laboral al que acudo me dijo algo que me ha hecho reflexionar: “No todos tenemos que tener una carrera, pareja y formar una familia”. Es verdad. Es la sociedad la que nos empuja a que seamos todos iguales, dejando poco espacio a los que son “diferentes”, alimentando la idea de que el principal motivo de nuestras vidas es no apartarnos del camino de la “normalidad”. Fruto de ello, ahí hay algunos conceptos que hemos ido absorbiendo de nuestro entorno y que esconden, creo yo, una segunda lectura más desfavorable: sé feliz (lo conseguirás consumiendo a mansalva y, de paso, priorizarás el tener sobre el ser), obedece a los que saben más que tú (no cuestiones las enseñanzas de tus padres ni las promesas de los políticos), es mejor no nadar contra corriente: déjate llevar (sé siempre dócil y manejable como un borrego).
Afortunadamente, creo que la sociedad va evolucionando poco a poco y ya existen otras formas de entender y vivir la vida. Están, por ejemplo, las madres solteras o las parejas del mismo sexo. O muchas otras parejas heterosexuales que no han tenido hijos, pero se tienen el uno al otro.
Yo no sé lo que me deparará la vida, ninguno lo sabemos al 100%. Me encantaría estar con una persona que me comprendiese, ayudase y quisiese; y, por supuesto, yo también intentaría poner todo lo que está en mi mano para que mi pareja se encontrase bien.
Lo malo es que la convivencia es a menudo muy difícil, como también lo es encontrar a alguien. En la mayor parte de los casos no se es correspondido por la persona que tanto te gusta y tienes que apechugar con ello y buscar por otro lado. Envidio a esas parejas que llevan tantos años juntas y en las que sigue perviviendo la llama del amor. Me viene a la cabeza el recuerdo de la relación entre mis abuelos paternos, que convivieron durante más de 50 años. Se podía sentir el cariño y el respeto del uno hacia el otro.
Por otro lado, tomo como referencia otra forma de vida no menos válida: mi tía abuela, que prefirió no casarse y optó por llevar su vida volcándose en los demás. Su cariño, alegría y generosidad ayudaron a que cuatro generaciones salieran adelante gracias a sus cuidados y dedicación. Para mí, ella es un referente a seguir, una persona “anormal” (que para nada se sintió diferente) que contribuyó en grado sumo a aportar dosis de “normalidad” a sus seres queridos, alcanzando una gran felicidad para sí misma que ya hubieran querido para ellos la mayoría de los que la rodeaban.
Por eso, me gustaría alentar a todos aquellos que se sienten diferentes a que lo acepten (yo también me incluyo), a que intenten cambiar lo que consideren oportuno y a que no tengan miedo por no ceñirse a la norma.
Creo que es bueno que haya un poco de todo; y lo que no es bueno en absoluto es intentar ser como los demás contra viento y marea. No me imagino un mundo lleno de familias con muchos hijos, en los que todos tienen carrera y una pareja estable.
Álvaro Villalón
Si quieres contarnos tu experiencia o denunciar algo relacionado con el estigma o la exclusión que sufren los afectados por algún trastorno mental puedes enviarlo a la siguiente dirección de correo unomas@fundacionmanantial.org. Estaremos encantados de escucharte y ayudarte.
[…] Si quieres contarnos tu experiencia o denunciar algo relacionado con el estigma o la exclusión que sufren los afectados por algún trastorno mental puedes enviarlo a la siguiente dirección de correo unomas@fundacionmanantial.org. Estaremos encantados de escucharte y ayudarte. ¡Comparte con todos! Fundación Manantial […]