News
News
03/04/2017
La escritora y periodista Elvira Lindo, ha entrevistado en El País a Francisco Sardina, presidente del Patronato de Fundación Manantial. Francisco ha explicado por qué se creó Fundación Manantial y cómo su misión sigue siendo la de integrar plenamente a las personas con problemas de salud mental.
En 1991, su hijo tuvo un brote psicótico. Desde entonces, no ha dejado de trabajar para mejorar aspectos clave de la atención a la salud mental, como la apuesta por la rehabilitación psicosocial, el empleo y la atención temprana a los jóvenes.
"Fui a un psiquiatra y a un psicólogo, y ni uno ni otro me dieron solución. La entrevista con el psiquiatra fue frustrante, no hubo conexión alguna con mi hijo, y el psicólogo clínico me decía que tenía que esperar a que se manifestaran los síntomas, o sea, ese tipo de demoras en las que vas perdiendo un tiempo precioso".
"(En Fundación Manantial) tenemos 500 individuos trabajando, sumando a los profesionales y a las personas con trastorno mental que hemos empleado. Eso es lo más bonito. En la medida en que encontramos un nicho de empleo lo ponemos en marcha. Manantial Integra es empleo protegido, pero las empresas funcionan como cualquier centro de trabajo. Parecía imposible, pero conseguimos que 150 pacientes estén empaquetando medicamentos para laboratorios farmacéuticos. La persona con un problema mental que trabaja cambia diametralmente. Pasa de ser un enfermo a ser un trabajador: la autoestima aumenta, la propia familia lo ve de otra manera y también su círculo social. Interactúa, hace amigos o conoce una pareja".
“Estamos volcados en la atención temprana. Es fundamental hacerse cargo de un muchacho en la adolescencia, acometer cuando antes un tratamiento. Me gustaría que eso se extendiera en todos los servicios de salud mental. Es muy duro que te llame una madre y te diga, mira, tengo a mi chica con 17 años y no consigo entrar en vuestro dispositivo. Y es que lo nuestro es aún una experiencia piloto, no cabe todo el mundo. Pero la atención temprana es algo que está en los países desarrollados desde hace 25 años. Se trata de acortar los procesos, evitar las recaídas y las hospitalizaciones, que el adolescente recupere el curso de su vida, que se reintegre al proceso formativo o laboral”.
“Se pierde un tiempo enorme. Se pueden tardar 13 años desde que se hace un primer diagnóstico hasta que se deriva al afectado a un centro de rehabilitación psicosocial. Con lo cual empezamos a trabajar con personas en la treintena. Es muy tarde”.
El artículo completo en El País