Blog Fundación Manantial
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23/12/2019
Este relato es la historia de un camino, un sendero que sigo trazando con cada paso que doy, no tiene final, es el principio de una vida nueva que voy construyendo cada día, es una actitud, son nuevas metas, es crear nuevos sentidos con la misma historia, es elegir y creer que tengo posibilidad de hacerlo.
Pero sí tiene un comienzo, ese momento donde yo cambié mi destino, eligiendo luchar y no ceder, no conformarme con mi suerte, buscar una vida mejor enfrentando el dolor y no dejándome hundir por él, la fortuna de encontrar a la persona adecuada para acompañarme en este proceso indudablemente jugó a mi favor, y a lo largo de estos años de duro camino elegí elaborar mi historia, ese fue el primer paso que di para comenzar el proceso de mi recuperación.
Mi psicoanálisis me ha permitido conocer mi historia, saber las causas de mi sufrimiento, entender el lugar que ocupé en mi familia, rechazar ese terrible lugar que me dio el otro familiar que nunca me alojó en ningún deseo vital, comprender mis afectos y elegir bien las personas a las que dárselo. También entender que la culpa fue mi elección inconsciente para soportar ese rechazo radical que sentí de mi propia familia, entender que esa culpa delirante fue la defensa que construí para poder sobrevivir a una infancia llena de desamparo.
Este trabajo de elaboración me ha permitido perdonarme, perdonar todo ese odio que habitaba en mi silencio, pasar de un odio profundo por mi madre a una indiferencia reparadora, comprender que mi odio fue mi reacción a su forma de maltratarme, de rechazarme, de no amarme, algo incomprensible para cualquier niño.
También me ha permitido poder mirar más allá, darme cuenta de las cosas que yo podía cambiar, modificar mi posición subjetiva, dejar de creerme desamparada y débil e iniciar el camino de rebelarme y fortalecerme, dejando atrás ese desamparo de la infancia y sosteniéndome en la fuerza que tengo, que es mucha.
Esta profunda elaboración que no ha cesado desde hace veintiséis años, me permitió construir una identidad propia, cuando yo llegué a la consulta de mi analista no tenía “yo”, me sentía hueca por dentro, sentía extrañeza de mi propio nombre, me veía como un fantasma, no sentía ni siquiera mi cuerpo como mío.
Rechazar esa identidad que me dio el otro, aunque en un principio me confrontó a un vacío enorme, me ha permitido reinventarme, preguntarme quién quiero ser, reformular absolutamente todo en mi existencia, construir un deseo propio desde el que inventar otra vida donde yo decido quien soy para mí y quién soy para los otros.
En esta identidad propia bastante reciente, ha tenido un lugar muy importante todo lo que tiene que ver con “salir del armario”, dejar de esconder mi psicosis, lo que tantos años he estado haciendo porque sentía que era algo que tenía que ocultar, que esconder a los otros, fruto del miedo que sentía a ser rechazada y estigmatizada. Al final esconderlo no hacía más que ahondar en una culpa que me enfermaba y ahora siento que cuanto más lo hablo abiertamente en todos los ámbitos en los que me muevo, más orgullosa me siento de quién soy y más a gusto estoy conmigo misma.
Este proceso ha sido una liberación para mí pero ha llevado un camino, fundamentalmente de superar el estigma y el autoestigma, ir rompiendo barreras. La primera barrera la rompí hace catorce años siendo madre con psicosis, superando ese obstáculo social que nos dicta la prohibición de ser madres, como si un diagnóstico psiquiátrico pudiera decir algo de nuestra capacidad de amar o desear.
Para completar este proceso ha sido muy importante el paso por recursos comunitarios, en mi caso el Centro de Rehabilitación Laboral (CRL) y el Centro de Salud Mental (CSM) de Hortaleza, donde me he encontrado con buenos profesionales que han dado valor a esta lucha personal y casi en solitario, pudiendo formar parte de una Comunidad, encontrando el valor de la relación con el grupo de pares, personas que habían pasado por experiencias parecidas a la mía, en unos entornos que se significaron como un refugio, lugares donde protegerme de una realidad que se me tornaba hostil y descarnada.
En estos recursos se ha dado valor a mis capacidades, mi escritura, mi oratoria, mis conocimientos literarios. En el CSM de Hortaleza se me ha permitido poner en marcha un proyecto propio de talleres literarios con los pacientes de la unidad de terapia ocupacional y desde el CRL se me han ofrecido posibilidades reales de poner todas mis capacidades en práctica, participando en mesas redondas como experta por experiencia o como ponente en el Congreso Internacional de Rehabilitación Psicosocial.
Todas ellas experiencias gratificantes que me han permitido aunar por un lado la posibilidad de hablar en auditorios dándole un valor a mi experiencia y por otro lado hablando abiertamente de mi psicosis generándome la mayor sensación de libertad que había experimentado hasta el momento.
En este sendero empecé a investigar en el mundo del activismo y conocer el testimonio del compañero Edgar Vinyals me dio la fuerza suficiente para salir definitivamente del armario, buscando experimentar de nuevo esa sensación de libertad que se iba repitiendo cada vez que me daba permiso para vivirme sin miedo y con valentía. Y aquí vino la siguiente parte del proceso, una parte fundamental pues en este camino encontré un proyecto vital con el que sostener un deseo propio. Respondía a la vez, por un lado, a permitir vivirme con mi psicosis y, por otro, a intentar abrirme un incipiente hueco de manera profesional como experta por experiencia en el mundo de la salud mental.
Esta búsqueda es en la que estoy empeñada en este momento de mi vida y es el mayor factor de estabilización para mí porque es una resignificación de mi historia de una forma radical, convertir mi psicosis que tanto dolor me había causado a lo largo de mi vida en algo positivo, en una forma de transformar ese dolor en un testimonio que pudiera ayudar a otros es realmente subversivo y aquí es donde estoy poniendo toda mi energía para conseguirlo.
Otra cosa importante de la que quiero dar cuenta en mi relato es que he aprendido en todo este proceso que estar recuperada no es aspirar a vivir sin síntomas, desde el Psicoanálisis sé que no hay sujeto sin síntoma, esto es un imposible. Tampoco es estar siempre bien, son aspiraciones idílicas, pero lejanas a la realidad.
En un momento anterior este era mi anhelo, pero me confrontaba continuamente al fracaso cada vez que aparecían los síntomas y al final no dejaba de engrandecerlos y significarlos como que no había conseguido superar mi desencadenamiento.
Ahora he podido aprender algo nuevo, que permitirme tener síntomas y no engrandecerlos, vivirlos con tranquilidad y dejar que se pasen ha hecho que se vayan difuminando, que no me molesten y que vayan desapareciendo cada vez más. He aprendido que seguramente no puedo elegir tener o no tener síntomas más o menos molestos, pero sí que puedo elegir la forma de vivirlos, sí puedo elegir el lugar que les doy en mi vida, sí puedo decidir el hueco que les doy en mi cabeza y así lo hago.
He aprendido también que mi cabeza siempre me avisa de una crisis cuando es inminente, antes de cada uno de mis desencadenamientos lo hizo pero yo no supe escucharla, el cansancio extremo, la angustia desorbitada, situaciones en las que se repite mi matriz infantil de maltrato y desamparo son las señales a las que ahora estoy más atenta. He aprendido a cuidarme y a quererme bien, a escucharme y a poner límites, a parar a tiempo.
Sé que mi vida no está exenta de riesgo a nuevos desencadenamientos, pero no por ello voy a vivir con continuo miedo, a veces, como dice mi psiquiatra, «el miedo a la crisis es mucho peor que la crisis en sí». Pero creo que si sigo cuidándome y luchando de la forma en que lo hago una nueva crisis no supondría una catástrofe en mi vida, sino un parón para tomar nuevas fuerzas, para aprender algo que no estaba entendiendo bien.
Por todo esto, me siento una persona recuperada, en este proceso que no cesa, sé que lo estoy porque vengo del más absolutos de los infiernos y hoy tengo en mi vida muchas cosas bellas y muchas otras que me dan fuerza para luchar. He tenido muchos años de mi vida una existencia devastada por la psicosis, pero la vida que tengo ahora está llena de dignidad y de valentía, es la vida que quiero tener y soy la persona que me gusta ser.
La recuperación para mí es esto, es sentirme con una existencia dichosa llena de dignidad, es saberme peleando y no dejándome arrastrar por la tormenta, es saber refugiarme de las olas de la tristeza y cómo ponerme a salvo, es en definitiva plantarle cara a la existencia a pesar del miedo y de las inclemencias de la vida.
Silvia García Esteban
Silvia es mediadora de lectura con pacientes psiquiátricos, responsable de un taller de lectura en el CSM de Hortaleza y activista y formadora en Salud Mental como experta en primera persona para profesionales y conferenciante en el campo de la literatura y la salud mental. Colaboradora de la Fundación Manantial en formaciones, actos de sensibilización y congresos.
[…] Fuente: Fundación Manantial […]