Nada está escrito.
Somos más fuertes de lo que creemos y más sensibles, necesitamos las dos.
Creí que iba a poder, pero era cuestión de tiempo, no se puede vivir con la mitad.
Hasta que llegó el momento de no poder más, de caer a la depresión y llegar al hospital.
Yo seguía luchando, pero necesitaba ayuda, y esa fue mi madre, me abrió su casa como la vuelta del hijo pródigo.
Yo me creía omnipotente, por encima de los demás, y cuánto me hizo aprender esa situación. Seguí, seguí luchando, pero era empujar una pared.
Nunca pensé que iba a tener que ser más humilde, y estaba solo, sin poder pelear, pero sabiendo que se trata de vivir y no de pelear
Tuve que hacer todos los trabajos para seguir trabajando, y ahora me doy cuenta que solo es vivir.
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