Blog Fundación Manantial
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02/09/2019
Sufrí bullying en el instituto y callé, jamás falté a clase ni bajé mi rendimiento escolar. Jamás conté nada a nadie. El acoso que sufrí fue mayoritariamente psicológico, pero como vivo en un pueblo, salió de las aulas y fui acosada por las calles e incluso en casa a través del teléfono (entonces, en los años 80, no había móviles). Incluso algunos alumnos se metieron en mi casa a que les hiciera la tarea bajo amenaza de contárselo a los acosadores si no accedía a obedecerles. Disimulaba y se los presentaba a mis padres como mis compañeros de clase.
Nunca lo conté por miedo a las represalias. Estaba aterrada, no me sentía segura ni en mi casa. Tal fue la violencia psicológica a la que fui sometida que llegué a pensar que me merecía lo que me hacían y llegué a odiarme a mí misma.
Terminé el instituto y empecé la carrera de Derecho, pero ya estaba psicológicamente anulada, apenas me relacionaba con nadie, sólo con unas 4 o 5 personas de confianza. Pero el daño sufrido tiene que salir tarde o temprano y en cuarto de carrera me hundí totalmente y suspendí todas las asignaturas. Aun así continué luchando hasta que no pude más, dejando mis estudios a falta de seis asignaturas.
Entonces sentí que ya no tenía sentido vivir y me intenté suicidar. Como les digo, por aquella época no se hablaba de acoso escolar y el psiquiatra que me atendió, cuando escuchó mi historia, dijo: «o sea, que a ella no le ha pasado nada» (mis padres estaban delante y recuerdo que ellos comentaron que yo no había cambiado en nada, hasta tal punto oculté el acoso que sufrí que ni ellos se lo imaginaron; siempre fui una chica muy tímida y reservada).
Tuve un segundo intento de suicidio con 28 años porque dejé de ir al psiquiatra y la medicación. Así que decidí que no volvería a dejar de ir al médico hasta que no estuviera curada. Actualmente tengo 51 años y aún voy al psiquiatra y al psicólogo, y continúo tomando ansiolíticos y antidepresivos para soportar lo que me pasó. He vivido y aún sigo viviendo con mis padres, que ya son muy mayores.
Empecé la carrera de Derecho en 1986, la abandoné, la retomé en 2006 y la terminé en 2009; estoy colegiada y he intentado ejercerla sin éxito. No soy abogada de oficio y sin ello es muy difícil salir adelante. Es cierto que hice prácticas en un bufete, pero mi aprendizaje era muy lento y es que el bullying siempre está metido en tu cabeza y no te deja pensar con claridad. No podemos tener dos pensamientos al mismo tiempo. He logrado trabajar menos de dos años en mi vida, como dependienta y en planes de empleo en el ayuntamiento. Si me preguntaran qué he hecho desde que sufrí el acoso hasta ahora, les diría que dar tumbos sin sentido, porque la vida pierde todo su sentido cuando has sufrido bullying.
Les diré que hice cursos, que trabajé como comercial con contrato mercantil, que me he presentado a oposiciones, pese a la fobia que tengo a los exámenes y que fui de fracaso en fracaso hasta llegar hasta aquí. También he pedido ayuda a cientos de instituciones, organismos, poderes públicos y un largo etcétera porque quiero trabajar y porque tengo miedo de caer en la exclusión social. Sí, hasta la exclusión social puede llevar el bullying, por extraño que parezca.
Me han informado que puedo recibir algún tipo de pensión cuando fallezcan mis padres; sin embargo, no quiero eso, quiero trabajar. He enviado miles de CVs, pero no tengo experiencia de ningún tipo. Vivimos en un mundo en que se premia el resultado, no el esfuerzo. Jamás pensé que pagaría un precio tan alto por querer estudiar Derecho.
M.R.
[…] Fuente: Fundación Manantial […]