Blog Fundación Manantial
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05/03/2018
Con motivo del fallecimiento del psiquiatra Antonio Colodrón, nos gustaría recuperar este artículo de Francisco Umbral del año 2000 en el periódico El Mundo, titulado «Los otros».
«Hay agrupaciones familiares de enfermos mentales, FEAFES, hay un centro español de información sobre la enfermedad mental, CEIFEM, pero «los otros» siguen siendo los otros, los medios seres que tienen siempre una puerta abierta al exterior vertiginoso de su cabeza. Antonio Colodrón presenta en estos días su libro Cinco conferencias sobre la esquizofrenia. Colodrón es uno de los médicos que más cerca vive de «los otros», esos seres humanos que existen a un paso de nosotros, distantes e inmediatos, perdidos en el desdoblamiento, alma sola que sólo de vez en cuando coincide con su cuerpo.
Ni la medicina estatal ni la medicina privada llegan en su sutileza a entrar profundamente en el mundo de los otros. Científicamente, técnicamente, se ha avanzado mucho en el alivio de esta pena límbica que es el vivir ajeno a uno mismo, el vivir desdoblado o no vivir. Pero humanamente, digamos, el otro sigue siendo el otro, el inmigrante que viene del cielo y tiene tanto que decirnos, pero no nos lo dice. Lo que la sociedad puede hacer por los esquizofrénicos es volverse un poco esquizofrénica, capaz de desdoblarse con ellos, seguirles en su aventura hacia la nada, crearles un ecosistema donde sea posible el encuentro del yo con el yo, en lugar de relegarlos a ese ominoso Tú que ellos advierten, con su ú amenazadora y oscura.
Porque los otros no son sólo los que constan en las organizaciones que hemos citado y otras, sino que todos tenemos algo de los otros, no somos más que unos saludables ocasionales y nadie está libre en su vida de una escapada a ese más allá triste y ficticio que no es sino un pobre más acá.
El doctor Colodrón, amigo y maestro, ha puesto y está poniendo su vida al acercamiento de los otros, a la integración del «ser de lejanías» en la cercanía de nuestra amistad, nuestra comprensión y nuestra ayuda. Los surrealistas, el primero Dalí con su teoría de la paranoia crítica, fueron los avanzados de esta marcha hacia la sinrazón, y la valoración testimonial que hicieron del discurso paranoico es ejemplar, no sé si científicamente, pero sí humanamente, como llamada de la inteligencia a la inteligencia y como desvalorización de nuestras orgullosas razones de hombres cuerdos, que en realidad sólo lo somos a ratos y fingidamente. Sufrimos todos la locura de la razón, que nos lleva, ahora mismo, al crimen político y los debates aberrantes sobre la metafísica de ese crimen. Es la esquizofrenia social, colectiva, el desdoblamiento de la sociedad en culpables y culpados, y aquí entra en juego y delirio el diálogo con el asesino. Si parece humanista -y lo es- dialogar con el asesino ¿por qué no dialogamos un poco con el esquizofrénico? Nuestro país vive hoy una locura unánime en la que los únicos que no participan son, precisamente, los angelicales locos.
No es sólo que las sociedades modernas hayan especulado con el enfermo mental (en contraste con los avances de la psiquiatría y la neurología), sino que estas sociedades generan más enfermedades mentales por el ritmo de vida, por la novedad de los peligros, por eso que el casticismo llama «estresamiento».
Tendríamos que convivir más con los otros. Pero no sé si para ayudarles a ellos o para ayudarnos nosotros«.
28 de noviembre de 2000 (El Mundo)
“Los otros” (Francisco Umbral)
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