Blog Fundación Manantial
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09/05/2019
Este pasado martes tuve la ocasión de participar en una formación de Fundación Manantial para fiscales, en el curso: “Atención a los problemas de salud mental: las bases para un paradigma centrado en la comunidad y en la persona”.
Fue una experiencia ante todo ilusionante porque me encontré con personas sensibles y con una gran disposición a escuchar, con personas que se emocionaron con mis palabras y eso es realmente esperanzador. Nos da esperanzas para pensar que el rumbo de las cosas en el trato a las personas con problemas de salud mental cambie hacia un modelo más respetuoso y menos estigmatizante y eso es un gran motivo de alegría.
Estoy entusiasmada de poder compartir esta experiencia con vosotros y también agradecida de haber podido compartir un rato con este grupo de fiscales que, ante todo, se mostraron profundamente humanos.
Estas fueron mis palabras ante ellos:
En primer lugar, quiero dar las gracias a Raúl Gómez y a la Fundación Manantial por permitirme, como persona afectada por un problema de salud mental en primera persona, hablar en un espacio como este. No es muy habitual que se nos dé la palabra y mucho menos para dirigirnos a personas del mundo jurídico, representantes y garantes de la ley, y estoy profundamente agradecida por esta oportunidad que se me brinda.
Podría hacer una propuesta fría y llena de cifras, ahondando sobre la falta de relación que existe entre la enfermedad mental y la violencia, pero para eso ya tenemos las estadísticas llenas de unas cifras aplastantes que nos gritan que las personas con problemas de salud mental son cinco veces menos violentas que las personas “normales”, si es que eso de la normalidad existiese, y que por el contrario la realidad es que estamos mucho más expuestos a sufrir la violencia de los otros.
Mi camino se irá trazando, por el contrario, en tratar de acercar nuestros mundos para demostrar que están más cerca de lo que a simple vista parece, y que si lográramos entrecruzarlos, con sus badenes y sus colinas, podríamos vivir en un mundo mucho más justo y solidario que es de lo que se trata, ese bien común que ansiamos todos.
El estigma relacionado con la enfermedad mental no está en las cifras, ni en las noticias; vive mucho más adentro nuestro, habita en nuestros más oscuros miedos.
La locura nos da miedo y nos defendemos de ella, aislando a las personas que la sufren, segregándolas, apartándoles de nuestra sociedad.
Existe la necesidad de dividir las aguas, entre la locura y la normalidad, para que nuestro mundo permanezca a salvo.
El mito de la violencia ayuda a la sociedad a separar nuestros mundos, a no mirar a los ojos a quién tenemos enfrente y ver sólo aquello que nos aterra y nos paraliza.
Nos pone una máscara frente al sufrimiento del otro, porque una persona que tiene un problema de salud mental, es ante todo una persona que sufre, es una persona que porta una herida profunda en su alma.
Y la sociedad no solamente se defiende de las personas con problemas de salud mental aislándolas, sino que ejerce una profunda violencia sobre nosotros.
Violencia en la forma de mirarnos y en la forma de no darnos la ayuda y el apoyo social que necesitamos, pero también de otra forma mucho más activa, bajo la forma de las contenciones mecánicas en los ingresos y en los traslados hospitalarios, en la aparición de escoltas policiales que se llevan a las personas afectadas por problemas de salud mental al hospital y que les estigmatizan frente a sus vecinos, en los tratamientos forzosos, en la sobremedicación, etc.
Os invito a poneros en nuestra piel, os invito a imaginaros sufriendo muchísima angustia y que esa angustia que sentís tan aterradora, que como dice mi psiquiatra es capaz de convertirse en cualquier cosa, se convirtiera en unas voces que gritan en vuestros oídos cosas terribles, en unas ideas delirantes que no podéis desechar, en ver cosas que no son reales para los otros.
Abordemos ese sintagma temido, “brote psicótico”, esas palabras que tanto miedo nos dan, abordémoslas para dejar el miedo atrás.
Un “brote psicótico” no es más que una reacción de nuestra mente frente a una experiencia de angustia desmesurada, frente a la que el sujeto reacciona inventando un delirio como una defensa frente a esa angustia, no es nada más.
Ese delirio, esos síntomas tan llamativos y espectaculares a veces, son la construcción de una certeza que el sujeto necesita para atravesar esa experiencia insoportable que está viviendo y que pasada esa experiencia podrá dejar atrás, siempre que le demos la ayuda que necesita.
Un «brote psicótico” es una experiencia profundamente traumática que necesita de un acompañamiento, necesita de un colchón de palabras, necesita de calma y no de violencia.
Continuemos este viaje desde la experiencia por dentro e imaginemos que el delirio que padecéis es que alguien os quiere hacer daño. ¿Cómo os sentiríais si la policía os fuera a buscar a vuestra casa? ¿Cómo os sentiríais si fuerais contenidos en la ambulancia, es decir, atados en vuestro viaje al hospital? ¿Cómo os sentiríais si cinco personas por la fuerza intentaran llevaros al hospital y acabarais esposados? ¿Cómo os sentiríais atados en una cama durante días?
El sentimiento más común de una persona que atraviesa esta experiencia es el miedo, miedo a los otros, miedo de lo que escucha, miedo de lo que ve, miedo de lo que siente, todo se vuelve amenazante y hostil. ¿Cómo os sentiríais si frente a ese miedo fuerais tratados con esa violencia?
Si he logrado transmitir un poco esta experiencia, de alguna forma, habréis podido daros cuenta que muchas veces la violencia proviene de la sociedad, que nuestra mirada claramente determina nuestra realidad.
Que si interpretamos violencia cuando lo que hay es miedo y angustia y nos defendemos de ella, al final tendremos una profecía auto cumplida en aquellos mínimos casos en los que algo de violencia aparece por parte de las personas con problemas de salud mental.
Pero que si logramos ver más allá, si intentamos otras vías de apoyo para aquel que sufre, si tratamos de humanizar los ingresos hospitalarios, si preparamos al personal sanitario para acompañar y no para forzar, si las unidades se convierten en lugares de acompañamiento y no de contención, conseguiremos avanzar juntos hacia un mundo donde podamos sostenernos unos a otros y no vernos tan distintos y tan otros.
Todos hemos pasado por la experiencia de la angustia. Todos hemos atravesado momentos dolorosos en nuestra existencia. Las personas con problemas de salud mental simplemente hemos estado expuestas a vivencias más duras y por eso mismo necesitamos de vuestra solidaridad y ser reconfortados y no estigmatizados.
La palabra es justamente lo que nos hace ser lo que somos: humanos. Es lo que nos hace avanzar como sociedad y necesitamos hacerlo juntos.
Una persona que ha pasado por un “brote psicótico” puede desde la rehabilitación psicosocial y el apoyo psicoterapéutico recuperarse y ser un activo importante de nuestra sociedad. No podemos dejar pasar el talento y la participación de tantas personas, no debemos dejarlas afuera.
Como sociedad democrática que somos, debemos dar oportunidades a las personas, oportunidades de elaborar este trauma que supone pasar por estas experiencias, para que la persona pueda continuar con su vida, ofreciéndoles posibilidades de poner en palabras su malestar, desde el apoyo, y no desde nuestros prejuicios.
De lo que se trata es que todos podamos vivir juntos, todos necesitamos para nuestra vida ser útiles, aportar desde el lugar que podamos hacerlo, necesitamos ser aceptados en nuestra diferencia porque eso es lo que justamente nos enriquece y nos da valor.
Padecer un problema de salud mental no es una condena para toda la vida y la sociedad no puede permitir que lo sea perpetuando un estigma basado en nuestro miedo.
La comprensión mutua sólo puede hacerse desde la cercanía, dejándonos empapar unos de otros, ayudándonos porque todos tenemos alguna discapacidad en la que otros nos pueden ayudar a dar el paso que nos cuesta dar, facilitándonos el camino.
No quiero terminar este pequeño discurso sin referirme a unas palabras que han sido el lema de la Fundación Manantial este año: “La salud mental es cosa de todos”. No sólo en lo que hacemos, sino en cómo miramos a los otros, que la salud mental mejore depende de cómo miremos, de cómo cuidemos, de qué papel demos a las personas afectadas, y que eso cambie sin duda nos hará una sociedad mejor.
Os invito a arrinconar el miedo y a que nos miréis a los ojos, y os hablo desde la experiencia en primera persona, no desde ningún saber hueco y vacío de emoción.
Yo he sufrido lo que es padecer un problema de salud mental y con mucho esfuerzo personal y mucho apoyo he conseguido recuperarme y ser una persona integrada y valiosa para esta sociedad.
Sufrir una “enfermedad mental” no es nada de lo que avergonzarse y es la sociedad la que tiene que cambiar su mirada dejando atrás el estigma y el miedo para que las personas con problemas de salud mental sean lo que les corresponde: ciudadanos de pleno derecho.
Silvia García Esteban
Silvia es experta en Literatura infantil y juvenil, escritora y poeta. Antes de descubrir el mundo de la literatura y el inmenso poder de curación de las palabras, trabajó como mediadora en diferentes proyectos sociales relacionados con el mundo de la inmigración y el refugio.
Tiene un particular compromiso con la infancia, llegando a desarrollar durante cuatro años el proyecto ‘Mamá de día en su hogar’, un espacio de acompañamiento respetuoso para niños entre 0 y 3 años.
Actualmente lleva a cabo un proyecto de animación a la lectura y creación artística en un cole de Madrid.
[…] Fuente: Fundación Manantial […]