Blog Fundación Manantial
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16/03/2017
Hemos llegado a un punto donde la frase “vivimos en un mundo en el que cada vez se pierden más libertades” ya no va a pasar de moda. Quizás empezara a emplearse con el auge de los fascismos en la primera mitad del siglo pasado, quizás antes, pero no ha dejado de estar vigente y no parece que esto vaya a cambiar. Estamos en un mundo en el que cada vez se pierden más libertades porque estamos empeñados en ello. Muchos de nosotros perdemos la lucha por la libertad y la independencia con el abandono de nuestros yos individuales de manera que, habiéndonos adaptado a ello, lo consideramos normal.
Decía Erich Fromm hace más de setenta años que “la persona que entrega su yo y su libertad a terceros, se salva de la necesidad de tomar decisiones, de asumir la responsabilidad final del destino de su yo y se ve aliviada de la duda acerca del sentido de su vida o de quién es en realidad”. Hoy seguiría diciendo lo mismo y no lo haría tanto por la fuerza real de esos terceros como por la propia convicción del implicado de su impotencia e insignificancia. Esto tiene un gran peso en sus vidas y es alimentado una y otra vez por el sentimiento de deuda con ellos al haberles responsabilizado de tan pesada carga. Vivimos el día a día convencidos de que, mientras no se nos obligue a algo a través de la fuerza, nuestras decisiones nos pertenecen, pero esto es, en ocasiones, una ilusión. Gran número de nuestras decisiones no nos pertenecen sino que nos han sido sugeridas desde fuera; hemos logrado convencernos de que sí son nuestras, pero en realidad nos hemos ajustado a las expectativas de los demás por miedo al rechazo, a la vehemencia de las críticas, al aislamiento y a otras amenazas más o menos evidentes que conviven con nuestra libertad y la limitan.
Trayendo el debate al campo de la salud mental, ayer, hoy y siempre, el individuo se ve atrapado entre las autoridades exteriores (psiquiatras y psicólogos, padres, parejas) y las interiores (la conciencia, el deber, la culpa) en un desalentador brete en el que no puede imponer su propia voz. Y este es el miedo a la libertad, ya que supone para el individuo un desamparo que puede limitar su propia capacidad de responsabilizarse de los propios actos y le sitúa en un contexto en el que poner en práctica cualquier pensamiento que se le ocurra, le hace sentir pequeño y desterrarlo.
Pero debemos cambiar el manejo que hacemos de nuestra propia libertad. La mayoría de nosotros somos libres de pensar, sentir y obrar a nuestro placer siempre y cuando no interfiramos en los derechos legítimos de terceros. La libertad se basa en el pensamiento activo y en la realización del yo. Esto consiste en expresar activamente el deseo propio y ser plenamente consciente del potencial emocional e intelectual de uno mismo y se consigue ejerciendo la propia y libre voluntad sin represiones ni miedos y tomando consciencia social y comunitaria, es decir, sabiendo que no se perjudica a otros. ¿Cómo se consigue esta espontaneidad? Con amor propio, esfuerzo, confianza, motivación y trabajo. «El yo es fuerte en la medida de que es activo» dijo Fromm.
Todos los hombres y mujeres nacemos iguales. Pero también nacemos distintos, y está en las manos de cada uno de nosotros que nuestra propia libertad nos produzca miedo o se convierta en el vehículo a través del cual consigamos realizar nuestros deseos.
Texto y fotografía de Antonio Carralón.
Conoce su página web: www.antoniocarralon.com
Precioso el texto y las fotos, Antonio. Muy sugerente y provocador, en el mejor sentido.
¡Gracias, Raúl!
Es la realidad actual y coincido con el articulo
Me alegro, Salva. Un abrazo muy fuerte.
Muy acertado e interesante, Antonio.
No dejas de sorprender
El último visto bueno me lo disteis vosotros, Ana, así que también es un poco vuestro 😉
Muy buena reflexión de la libertad Antonio…y de lo que nos preocupa,a mí me sirve para darme cuenta de que en realidad si queremos evolucionar y ver la verdad tengo que poner de mí parte y no dejárselo a terceros ir adquiriendo destrezas y querer ser independiente…..un abrazo
Eso es, Marco. Hagamos lo que hagamos, que sea fruto de nuestro deseo y no del de otros que están ahí en la sombra, jeje.
¡Un abrazo!
Gracias por dibujar una realidad tan reflexivamente,y con tanta nitidez, has vuelto a captar el tono color y luz de esa realidad, y es esa exposición a decisiones y su resultado lo que te hace sentir vivo, y si a algún tercero no le gusta ,que se pare, mire y aprenda…
Tú siempre tan elocuente. Ahí mezclando términos fotográficos y vitales.
Muy buena la reflexión, que nos de miedo o "pereza" tomar decisiones es para pararse a pensar hacia donde queremos ir con esta sociedad que estamos creando, donde prima el "lo quiero todo fácil y ya".
Buen trabajo, ya nos has removido!
¡Cojamos las riendas, Bego!
gracias por recordarnos algunos de los pensamientos de Fromm, alguno de los cuales también escribió en el arte de amar libro que os recomiendo por si no lo habéis leído aunque a mi me costo un triunfo y alguna que otra siesta…
Pendiente estoy de leerlo, Juan Antonio. ¡Gracias!
Me suena todo a unos libros que se han hecho más famosos con la entrada de Donald Trump y que tienen 60 años. Son de George Orwell, uno se titula 1984 y otro Rebelión en la granja. Los recomiendo aunque sólo haya leído yo la Wikipedia y valoraciones críticas de la gente que los ha leído
Es en la "Rebelión en la granja" donde mejor se ve el proceso de "libertad impuesta" y de que nacemos iguales y luego la educación se encarga de convertirnos en babilonios.
Dos fantásticos libros. Vigentes desde el día en que se escribieron porque, como digo en el texto, nos empeñamos como sociedad y como raza en recortarnos la libertad.
Me gusta especialmente cuando señalas las ataduras interna y externas del individuo en el campo de la salud mental y que yo generalizaría sin mas, cambiando psiquiatras y psicólogos por otras figuras igualmente constriñentes (creo que estoy ejerciendo la libertad de inventarme esta palabra :P) y añadiendo padres, parejas,etc…en cuanto a las interiores la conciencia, el deber, la culpa y yo añadiría la verguenza. Fruto todas ellas, de la moralidad cristiana de la que provenimos y de la que no nos podemos desnudar .Es curioso que otra sociedades igualmente enfermas como la anglasajona, que no arrastran esta losa de la moral cristiana también son devastadas por la propia convicción del implicado de su impotencia e insignificancia….Gracias Ant
Uf. ¡Con la iglesia hemos topado! Totalmente de acuerdo, Saray. Aunque el miedo a la libertad es algo inherente a todas las sociedades, aquellas en las que la religión tiene más importancia ese miedo se convierte en pánico.
El paso a la acción es la más maravillosa consecuencia del ejercicio de la libertad y tú, Antonio, has dado ese paso al compartir un artículo con el que detenernos unos instantes a pensar en conceptos sobre los que ya poco hablamos. Muchos besos.
Bueno, éste es un paso a la acción teórico, jeje. Si luego soy (somos) capaces de interiorizar lo que decimos y lo llevamos a la práctica, habremos conseguido ser más libres. ¡Gracias por tu comentario!
Eso he sentido yo durante 20 años miedo a la libertad de ser yo
es hora de espabilar, gracias por tus palabras