Jaime y su experiencia en el proyecto “La escalada como desarrollo emocional”
Cuesta escribir sobre las actividades que he hecho en el Centro de Rehabilitación Laboral (CRL). Y cuesta por un simple motivo: todas ellas han sido realmente positivas y maravillosas, increíble no hace mucho tiempo.
La escalada se me presentó como una más, pero la relacioné en un primer momento como vivo, la forma de demostrar que la exigencia física y el riesgo me encantan, así como la oportunidad de acercarme a un mundo conocido pero alejado hacía tiempo.
Durante este año han pasado muchas personas por el grupo y me he llevado lo mejor de TODAS ellas, incluso he recobrado algo que tenía como perdido: la confianza y el volver a “trabajar” en equipo.
Personalmente y de forma egoísta, podría decir que me lo tomé en un principio como una manera de sobresalir. Con el paso del tiempo te das cuenta del enorme error que eso supone. Ahora me veo feliz, integrado, aceptado y con unas enormes ganas de seguir adelante. La escalada en mi vida diaria supone volver a aceptar mi condición de trabajador y ser humano. Un paso más a mi plena integración o reintegración a mi vida anterior. A los momentos más felices, a sentimientos perdidos y reencontrados.
Escalar supone sinónimo de trepar, pero escalador ni de coña es sinónimo de trepa. Aprendes o reaprendes a confiar en tus compañeros de equipo, a estar atento a sus necesidades y apuros, y también a confiar en la persona que en un momento dado te puede ayudar a pasar un mal trago.
Escalar es eso: confianza. Confianza que perdí hace años y que he vuelto a encontrar.
Insisto no solo en esta actividad, sino en las demás que he hecho en el CRL.
Con Cristina, mi mentora “jardineril”; Carolina, todo un personaje capaz de sacar las cosas más escondidas; Irene y su taller de búsqueda activa de empleo; Ruth y las entrevistas de trabajo grabadas. No sé cómo explicarlo sin que llegue la emoción a mis ojos. Pero todo ello es una manera de escalar, subir y subir, y cómo no, recordar a todos mis compañeros que empezaron y a los que se unieron.
Podría escribir una novela sobre todo ello pero me iría por los cerros de Úbeda o los montes de Navarra.
Escalar, subir y subir con aprecio hacia mí, hacia mis compañeros. Subir y no temer la caída.
Jaime, Grupo de Escalada del Centro de Rehabilitación Laboral «Hortaleza»
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