Blog Fundación Manantial
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27/11/2019
Introducción
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional quedó consternada al tener conocimiento de los ingentes e inhumanos crímenes que cometieron los nazis contra los judíos. Por esto, la Asamblea General de Naciones Unidas redactó y aprobó un documento histórico que ha sentado las bases para la lucha por los derechos humanos: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por los entonces miembros de la ONU en el año 1948.
Ese día la ONU hizo historia, al mostrar su voluntad de que el ser humano fuese tratado como lo que es, y no como animales ni objetos. Todo quedaba muy bonito en la teoría. Pero el problema es que la teoría casi nunca ha sido llevada a la práctica.
A lo largo de la historia (y los siglos XX y XXI no son una excepción) hemos podido observar cómo se cumplía la famosa frase según la cual “el hombre es un lobo para el hombre”. Esto quiere decir que absolutamente todos los estados violan o han violado los derechos humanos. Y cuando no lo han hecho funcionarios del estado, lo han hecho algunos individuos.
En lo referente a la psiquiatría, esto se ha traducido en los llamados Métodos de Contención. Esto consiste en privar al paciente de su condición humana mediante la sujeción a una cama. Que es una violación de los derechos humanos queda bien claro: como prueba de ello, hace bien poco tiempo una paciente murió como consecuencia de la puesta en práctica de dicho método cuando, de hecho, y como se probó a posteriori, la paciente presentaba una enfermedad física y no psíquica (como se sospechó desde un primer momento).
Nuestros “queridísimos amigos”: el estigma y el auto estigma
Por si fuera poco, las personas con diagnóstico de salud mental sufren otra violación permanente y sutil de los derechos humanos: el estigma. Esto consiste en el rechazo por parte de la sociedad en general hacia las personas con trastorno mental. El estigma que se cierne sobre nosotros no es un tema poco importante, porque tiene un efecto colateral: el auto estigma, es decir, la incapacidad para reconocernos inicialmente como personas con enfermedad mental.
El proceso del auto estigma no es complejo. La sociedad tiene aceptado que tener una enfermedad mental es cometer actos disparatados, parecer lo que se conoce como un “bicho raro”, y destacar por malos actos. Esto hace que la persona que tiene un diagnóstico no lo acepte, porque no se siente representada en esos estereotipos que ella misma tiene sobre las personas con diagnóstico de salud mental, aunque ella también lo tenga. Pero, como todo, el autoestigma inicial tiene una fecha de caducidad. Un día en el que las circunstancias nos hacen cambiar el chip y reconocernos como lo que somos, y que, aun a riesgo de ser reiterativo, repito aquí: personas con enfermedad mental. No bichos raros, asesinos ni criminales. Personas que sufrimos en silencio el peso de una enfermedad de la que nadie tiene la culpa y que afecta a nuestro entorno familiar tanto o más que a nosotros.
Para combatir el autoestigma es fundamental que se den a conocer referentes de personas famosas que tengan un buen comportamiento y tengan problemas de salud mental. Actores como Jim Carrey, Catherine Zeta Jones y Carrie Fisher (la reconocida intérprete de la princesa Leia Organa en Star Wars) padecen o padecieron (en estos tres casos) un trastorno bipolar.
No obstante, he hablado de lo que debería suceder para que esa violación de los derechos humanos que es el estigma se termine gracias a los medios de comunicación, que paradójicamente suelen ser los culpables del mismo. Pero la pelota está en el tejado del entramado asociativo de salud mental.
Es aquí donde he de hacer una crítica a los psiquiatras y psicólogos en general (esto quiere decir que no es aplicable a todos los profesionales de salud mental). Que haya profesionales que afirman que la pederastia es una enfermedad mental y que haya además una controversia absurda sobre si la psicopatía es una enfermedad mental son problemas que obstaculizan nuestra voluntad de erradicar los estereotipos sobre nosotros, o por lo menos intentarlo.
Tampoco ayuda nada que cuando un medio lanza mensajes estigmatizantes las organizaciones de salud mental no emprendan acciones legales ni sociales contra los mismos, aun a sabiendas de que la igualdad legal de colectivos que siempre han sido y serán discriminados ha sido lograda gracias (en este orden de importancia) a la acción pacífica y directa, y a la presión legal. Esto me hace recordar que una persona muy importante del entramado asociativo de la salud mental dijo hace tiempo que nosotros (las personas neurodivergentes) satanizamos a la prensa. Y me gustaría hacer, con todo el respeto, una corrección: es buena parte de la prensa la que nos sataniza a nosotros, todo ello motivado por la nula contundencia de la respuesta de las entidades de salud mental frente a quienes nos denigran.
El estigma convive con el estigma
Antes he descrito cómo se podría resolver la discriminación de parte de la sociedad a nosotros. Pero también nosotros debemos hacer examen de conciencia como colectivo. Me gustaría pensar que, como nosotros sabemos lo que es ser discriminado, actuamos en consecuencia. Pero no siempre es así.
El ser humano siente, a mi juicio, la necesidad de etiquetar y agrupar a las personas. El problema viene cuando etiquetamos demasiado, y, sobre todo, conferimos a estas etiquetas un carácter peyorativo. Y, entre las personas con enfermedad mental, también pasa esto último.
Me da una rabia infinita saber que algunos “compañeros de fatigas mentales” tienen pensamientos absolutamente negativos sobre otros colectivos que, a su vez, son discriminados. Algunos son personas que sienten un desprecio ofensivo hacia el colectivo LGTB, y otros poseen deplorables estereotipos sobre las personas con un origen o etnia distintos. Esto es bien importante,porque tras esos estereotipos y odio contra otros colectivos siempre se esconden –y lo digo aun a riesgo de decir una obviedad- violaciones de los derechos humanos.
Si bien esto no se da en todos los casos, me parece deplorable que nosotros no seamos –en su totalidad- los primeros en comprender que solamente podemos clasificar a los seres humanos por su personalidad, y no por sus características sexuales, raciales, religiosas, políticas o de género. Esto viene a probar nuevamente lo que expresé en la primera frase del tercer párrafo de este artículo.
No obstante, a diferencia de otros estigmas, el estigma que se tiene sobre la enfermedad mental no siempre proviene del odio, sino de la ignorancia. Esto prueba además no solo que la ignorancia es atrevida (una frase muy usada, pero una verdad como un templo), sino que, cuanto más grande, más atrevida es.
En conclusión
Nuestros derechos humanos dependen en gran medida de la actitud de las organizaciones de salud mental, pero también depende en buena parte de nosotros. Porque estar atado a una cama es una violación de los derechos humanos, pero estar atados al estigma o estarlo por el odio también lo es.
Tommy Agudo
“El cantautor chileno Víctor Jara decía ‘Yo no canto por cantar ni por tener buena voz, canto porque la guitarra tiene sentido y razón, canto que ha sido valiente siempre será canción nueva’. Yo digo lo siguiente: Yo no escribo por escribir ni por tener la razón, escribo porque las palabras me salen del corazón. Palabra que ha sido valiente siempre será palabra nueva”.
[…] Fuente: Fundación Manantial […]
Mi hijo tiene 24 años y lleva más de 20 ingresos involuntarios. Lo amarran a la cama, le inyectan sin su consentimiento neurolepticos de liberación prolongada. El dice que le sientan mal, pero nadie lo escucha, ni lo respeta. Por favor, mi hijo es una persona que necesita que se escuche. Si alguien, lee estas líneas, por favor, que se ponga en contacto conmigo. Le he prometido que lo voy a ayudar, y cuando una madre promete algo, tiene que cumplirlo.