Blog Fundación Manantial
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22/09/2017
La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y sentir, comprender y respetar como el otro se siente o su forma de ser, opinar, pensar o vivir. Empatía, más empatía es lo que pedimos los afectados por problemas de salud mental, que no son muy distintos de otros problemas de salud. Pero a nosotros se nos trata con condescendencia, con lástima con mucha suerte, pero generalmente con desconocimiento y temor. Y eso cansa y duele.
Cuando ni los familiares ni los vecinos ni los amigos ni los propios médicos te tratan con empatía y no son capaces de comprenderte y te siguen tratando como a un ente carente de razón y de juicio, empequeñeciéndote e invalidándote por culpa de un diagnóstico o un conjunto de síntomas persistentes, eso cansa y duele.
Respeto a los demás
Si no hay comprensión, que al menos haya respeto, y que antes de hacer preguntas insidiosas u opinar sin fundamentos, se piense que es mejor estar callado que romper el silencio para hacer daño al otro, voluntaria o involuntariamente.
Dice la regla de oro, que me enseñaron en mis primeros años de colegio, que no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Yo lo extrapolo y digo que no se trate a los demás como no nos gustaría ser tratados, sea cual sea la circunstancia. Estas dos reglas básicas de la empatía, muy necesarias para una sana y satisfactoria convivencia no son difíciles de entender, pero al parecer sí es difícil para mucha gente ponerlas en práctica.
Dar información no es la única respuesta ni la mejor, ya que esa información debe ser recibida y asimilada por una parte y se debe poner en práctica el sentido común por otra. Pero hay gente que ni quiere recibir información sobre salud mental ni aunque la reciba la asimila o si la asimila no pone en práctica las reglas de comprensión y respeto hacia las personas afectadas por problemas de salud mental.
Entonces, ¿cómo solucionamos este gran problema?
Educando con información pero también con concienciación, educando en inteligencia emocional, en el aprendizaje del respeto al otro, de la tolerancia, de la igualdad. Parece difícil pero no es imposible. Si los medios de comunicación y otras fuentes de información como profesores o profesionales de la salud fuesen educados con estos valores, serían más capaces de transmitir un mensaje claro, conciso y poco confuso: toda persona se merece ser tratada con respeto y se deben tener en cuenta sus derechos como persona sean cual sea sus circunstancias… de salud o de cualquier otro tipo.
La humanidad inhumana
Se trata principalmente de humanidad, un valor que escasea cada vez más. Dejamos de ser humanos para ser seres competitivos e incluso despiadados, que sólo piensan en el propio beneficio y no sólo en superar a otras personas a cualquier precio sino incluso en hundirlas para asegurarse la victoria en dicha competencia en la que se ha convertido la vida o por el mismo goce de ver a otro sufriendo. Y sí, eso cansa, duele, frustra… y mucho, y es totalmente inhumano e injusto.
El peso del estigma
La estigmatización y el mal trato hacia las personas con algún problema de salud mental es tan corriente que la sociedad lo ve como algo normal, incluso los afectados acaban acostumbrándose a ellos de una manera insana y terminan por no defender sus derechos. Acaban exiliándose en una habitación sin querer salir de la cama o, en el peor de los casos, tratan de suicidarse y acabar con un problema, que es más de una sociedad intolerante e intransigente que de ellos mismos. Y eso duele, mucho, muchísimo.
Cuando no hay más salida que estar recluido o muerto porque supones una molestia al grueso de la sociedad, está claro que algo está fallando de forma chirriante, que por más que pasen los años las mentalidades no se abren ni la humanidad se ablanda ni avanza en el sentido correcto.
Lo que no pedimos y lo que pedimos
NO pedimos nada extraordinario ni ningún privilegio.
SÍ pedimos respeto y comprensión, ser tratados como el resto de personas y con humanidad.
Empatía es lo que hace falta en esta sociedad… y mucha, muchísima.
Por Pedro A. Lara, blogger de afición e interesado en el crecimiento y desarrollo personal, así como defensor de los derechos fundamentales de las personas.
Puedes leer más post de Pedro en su blog personal: http://siguiendoadelante.tumblr.com
Me ha encantado tu escrito y creo que tienes mucha razón en todo lo que dices, Pedro. Yo pondría el acento en el estigma y, sobre todo, en el autoestigma. Si nosotros mismos (las personas con diagnóstico) no somos capaces de considerarnos como el resto de los mortales, sufriremos aún más. Lo sé porque lo vivo todos los días. Me gustaría tanto librarme de mi autoestigma…es difícil y, al menos para mí, el problema más dañino.
Gracias por tu escrito, Pedro.
Todo muy bien redactado e interesante saludos desde Chile