Blog Fundación Manantial
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13/04/2018
Poner etiquetas es siempre negativo, necesario, pero impreciso e incompleto. Aún así a las personas, a los animales y a las cosas se nos referencia y se nos clasifica. Pero las personas no deberíamos de pertenecer a clases, sino ser consideradas todas como iguales, aunque haya diferencias entre unos y otros seres humanos por las características, cualidades e incluso defectos que nos conforman.
¿Cómo definir a una persona por una sola cualidad, característica o defecto?
Es como nombrar el todo por una pequeña parte, pero a menudo se hace. Se pretende colocar a cada cual en su sitio y adecuándose a una clasificación poco concreta y muy subjetiva dependiendo de quien ponga las normas, y más aún si estas normas son rígidas o poco flexibles. Además de lo subjetivo existe la intencionalidad de las palabras por lo que al clasificar o etiquetar a las personas se puede derivar hacia el estigma e incluso hacia la ofensa.
Las etiquetas no nos definen completamente. Yo soy un todo completo, no una fracción de mí que pueda denominarme. Así que cuando usted me llama “minusválido” o se dirige a mí como “minusválido”, aparte de estar utilizando una etiqueta antigua, errónea e imprecisa, se está olvidando de mi totalidad como persona. Y si usa la palabra “minusválido” con un toque de ironía, o simplemente de lástima, me puede estar ofendiendo y/o faltando al respeto.
No me voy a detener mucho en dirimir la etiqueta que nos corresponde a nosotros los “discapacitados”, pues no deberíamos ser diferenciados del resto de personas ni por ésta ni por otras causas, ni mucho menos ser señalados por ello. Prefiero que me llamen “discapacitado” a “minusválido” porque yo no soy menos válido que nadie por mi enfermedad, trastorno o conjunto de síntomas. Tampoco me gustan los eufemismos, así que pueden ahorrarse todos los “personas con características/necesidades especiales” y similares que se les puedan ocurrir. Es obvio decir que sobran las etiquetas o palabras con connotaciones negativas como pueden ser “loco”, “tarado”, “pirado”, etc.
¿Cuál es el problema entonces?
El problema es que se nos sigue calificando como características que no nos corresponden, se siguen utilizando etiquetas equívocas cuando no deberían referirse a nosotros por nuestra enfermedad, trastorno o conjunto de síntomas por simple educación o sensibilidad. Nadie dice que su amigo “el diabético” o “el recién infartado” se va a venir de visita al museo, por ejemplo. Pero a menudo se dicen cosas como “el loco del quinto piso” da miedo o respeto. Ya que, además de utilizarse estas etiquetas erróneas y ofensivas, se les suelen atribuir connotaciones negativas, cuando no nefastas, como pueden ser las falsas creencias o mitos arraigados en la población mayoritaria y fomentados por los medios de comunicación y la ignorancia o desconocimiento/desinformación general.
¿De qué mitos hablas?
Está muy claro de lo que hablo, pues más de uno o una se ha referido a nuestro colectivo de afectados en salud mental como “locos”, “agresivos”, “impredecibles”, “tristes”, “indecisos”, “suicidas» y muchos otros apelativos de corte parecido. Pues no, no todos los enfermos somos iguales ni nos caracterizamos por ser como la gente mayoritariamente se piensa, está muy feo y es poco preciso tanto generalizar como etiquetar a las personas. Se trata, como he dicho anteriormente, de mitos sin fundamento ni demostración que se han venido transmitiendo en la cultura mayoritaria de una manera impune e injusta con nosotros y nuestra realidad.
¿Cómo acabar con esta estigmatización?
Con educación y re-educación, con el apoyo de los medios de comunicación, de los doctores y personal sanitario, con la ayuda de todo el engranaje sociocomunitario, con la enseñanza en las escuelas del respeto y de la no diferenciación, con la defensa de nuestros derechos por parte de nosotros mismos y de nuestros familiares y amigos.
Es necesario concienciar porque la salud mental es una asignatura pendiente aún todavía en nuestra época y no se ha avanzado apenas en el tratamiento que se nos da a los enfermos, carente, muy a menudo, de sensibilidad y de respeto, de veracidad, de empatía.
A todos nos puede pasar tener problema de salud mental y lo que menos nos gustaría en esa situación sería ser señalados e incluso despreciados por ello, cuando ya bastante es lo que sufrimos por culpa de los síntomas y de la enfermedad en sí misma.
Por Pedro A. Lara, blogger de afición e interesado en el crecimiento y desarrollo personal, así como defensor de los derechos fundamentales de las personas.
Puedes leer más post de Pedro en su blog personal: http://siguiendoadelante.tumblr.com
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