Blog Fundación Manantial
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21/10/2014
No veo el carnaval desde los
cristales pintados de mi coche oficial
Cuando en mi empleo anterior decidieron de manera improcedente que, y lo digo en sentido figurado, debía bajarme del autobús en el que había subido hace más de cuatro años, me puse a escribir lo que me nacía. “Desde el cristal de mi coche oficial” es una canción que veía la luz de mi mano por aquel entonces. Dos cosas rondaban en la cabeza, una era ser fiel a mí, y la otra, que está muy cerca de la primera, era buscar un método de escape y expresión para combatir la rutina que, en los primeros meses del 2010, sobrevolaba cada vez con más frecuencia.
Parecía como si lo más pesado de mi equipaje, fuera la suma de prejuicios que en aquellos momentos merodeaban sobre mí. Prejuicios a una enfermedad increíble y misteriosa, tan fuera de lo común que pensaba que no existía en mí, que su diagnóstico fue la percepción desacertada de un médico conservador y la excesiva preocupación de los más allegados hace ya algunos años.
Entonces, una inquietud me llevo a ejercer de voluntario como profesor de ofimática básica en una asociación y centro de día que cuidaba de afectados por trastornos mentales graves y crónicos. Fue así cuando tuve el placer de conocer en primera persona a unos alumnos que se les había excluido de cada lugar. Era como si en el mejor de los casos les hubieran invitado también a bajarse del autobús hace mucho tiempo y, fuera ya el último que pasaba por ahí. Como si la fatiga de buscar sin éxito un lugar lejos de los prejuicios típicos que la gran mayoría tenía con ellos, nos hubiera llevado a coincidir en ese taller para seguir desarrollando nuestra locura, libres de complejos y a salvo del estigma que, sutilmente robaba un poquito de la esencia de cada uno mientras pasaba el calendario del año.
Comencé un camino nuevo en el que fui limando el concepto distorsionado que tenía de lo que suponía verse afectado por este tipo de trastornos. La realidad de esas primeras clases hubiera superado cualquier película, ¿hasta qué punto estaban afectados por la enfermedad? o, ¿hasta qué punto eran los efectos de una medicación?
Hoy, reconozco el valor de los que me hicieron ver la primera vez que las cosas no estaban yendo bien, y que algo en mí debía ser observado por un especialista. Seguramente si no hubiera sido así, ahora la enfermedad estaría más presente. Mi gratitud también para los que me dais la llave de otra dimensión, y también para los que me convencisteis que estaba enloqueciendo, porque es el comienzo de la órbita del respeto, la confianza en mí y en los demás. Ambos son la base para no perder la fe en la recuperación.
Abajo os dejo una visión particular sobre el encasillamiento que suponía convivir con un diagnóstico esquizoide increíble, y el anhelo de vivir intensamente el carnaval en toda su magnitud desde la primera línea. Al fin y al cabo era mi vida la que pasaba tras los cristales. Fue entonces cuando abrí la puerta para salir de los cómodos asientos de una limusina, o quizás, fueran las puertas de una ambulancia con las sirenas sonando más fuerte cuanto más cerca se hallaban del hospital.
Probablemente sea el momento de comprender que no siempre lo mejor es lo más bueno.
Yo también soy UNO MÁS a favor de la integración de los que sufrieron algún trastorno mental, el colectivo de enfermos más numeroso en España.
«Suave latir que esconde un deseo,
dame rey el corazón al que pertenezco.
Veinticinco años y a veces está nublado el cielo
es lluvia de cocodrilo que pasó,
ya no venden más boletos.
Lima el corazón poco a poco un deseo,
entre risas y alcohol me muero.
Labios tintados que mienten bajo el suelo,
hoy me conformo sin más premios.
No veo el carnaval desde
el cristal de mi coche oficial.
Rueda y rueda una bicicleta más
mientras saco unos hielos en cubitos
como iceberg en mitad del océano.
Azul cielo es sedal de terciopelo,
agujas finas que no dan miedo.
Así entre bote y lienzo mezclo mis colores.
No veo el carnaval desde los
cristales pintados de mi coche oficial.
Francisco García
Si quieres contarnos tu experiencia o denunciar algo relacionado con el estigma o la exclusión que sufren los afectados por algún trastorno mental puedes enviarlo a la siguiente dirección de correo unomas@fundacionmanantial.org. Estaremos encantados de escucharte y ayudarte
Gracias Francisco por compartir esta experiencia. Ojalá la lea mucha gente porque creo que nos acerca y nos permite entender un poco más. Me gusta como hablas del camino para conseguir el respeto y la confianza en ti y en los demás, para no perder la fe en la recuperación.
Yo también soy Uno + 😉
Gracias por tu comentario.
Yo también soy Uno + 😉
Es maravilloso cómo escribes sobre una experiencia tan dura, Francisco. Cómo agradeces la ayuda de todos aquellos que estuvieron a tu lado y te ayudaron a comprenderte y a tu fuerza y valentía para vivir hoy de una forma normalizada. Enhorabuena Francisco 😉
Gracias Alicia, me anima mucho tu comentario. Cuando ocurre algo tan incomprensible es fundamental que las personas que están a tu lado confíen y sean pacientes. Sentir el aprecio de los seres más cercanos en esos momentos es lo que más te puede ayudar. 😉
Gracias Paco, es un artículo estupendo. En parte me veo reflejado, es un "volcán" lo que llevamos dentro, que a veces aunque nos cuidemos mucho "explota", y a veces, extendiendo su "lava" por laderas contrapuestas de una montaña. Mucha gente nos califica como locos, cuando podemos y debemos trabajar, ser "uno +" en la sociedad, y llevar con normalidad "lo nuestro" como cualquier otra enfermedad. Ojalá, entre todos, algún día, el estigma se suavice notablemente y no nos rechacen. Un abrazo.
Gracias por participar con tu comentario Marcos, lo hace más ameno y dinámico. Creo que afortunadamente van cambiando cosas aunque sea poco a poco.
Un abrazote 😉
Muchas gracias por transmitirnos tu experiencia con esa enorme sensibilidad. Tu texto es un ejemplo del camino de maduración por el que todos debemos transitar, ya sea más o menos escarpado el que nos haya tocado recorrer.
Un abrazo desde Torrejón.
Gracias por el comentario Silvia. Me ayuda y anima saber qué es lo que transmito con el texto escrito. Es cierto que es posible y necesario ver el lado bueno de la situación. Cuando se manifiesta algo tan irracional como una psicosis, es también el momento de un cambio. Te proporciona una perspectiva nueva con la que continuar el camino.
Muchas gracias de nuevo y ánimo con la semana.
Un abrazo desde Rivas 😉