Blog Fundación Manantial
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12/09/2017
Hace ya algunos años que trabajo en el campo de la salud mental. Me apasiona lo que hago: aprendo cada día sobre la naturaleza humana y sobre la vida, tengo la oportunidad de conocer a personas increíbles -con historias a menudo muy difíciles- que me permiten acompañarles durante un tiempo, y he podido compartir momentos llenos de alegría y también experiencias dolorosas que nos han hecho darnos cuenta de la complejidad del vivir.
En este tiempo he aprendido muchas cosas. Por momentos me siento afortunada. Pero trabajar en lo que hago también me exige enfrentarme a muchas contradicciones. No podría contar las ocasiones en las que me he sentido perdida, cuando se suponía que, como “profesional de la salud mental”, tendría que sa ber lo que hacer. Las veces en las que me he llevado a casa miedos, preocupaciones, angustias, pensando que eso no estaba bien, que no es “profesional”. Las veces en las que me he sentido impotente o enfadada porque creía que no estábamos dando a una persona la mejor respuesta que podíamos darle como profesionales o como sistema. Tratar de resolver y de asumir estas contradicciones, es un esfuerzo permanente. Pero ahora pienso que estas incomodidades también han alimentado mi búsqueda de otros modos de hacer, otras maneras más eficaces de ayudar a las personas cuando nos encontramos en situaciones de gran sufrimiento. La incomodidad me ha animado a acercarme a otras personas, profesionales de la salud mental o no, que también se sentían concernidas por estas contradicciones y a compartirlas, y me ha ayudado a desarrollar una alarma sensible a las cosas que damos por hechas sin cuestionar en las prácticas relacionadas con la salud mental. Porque entiendo que lo que llamamos “intervención en salud mental” no es ayuda si no está basada en la ética. Pero también que si trabajamos en esto tenemos que tener en la cabeza una idea de lo que ocurre y una propuesta de acción.
Con estas cosas en la mochila, me encontré en mi camino con el Posgrado en Salud Mental Colectiva que la Universidad Rovira i Virgili puso en marcha en Barcelona en el año 2015. Esto fue lo primero que leí:
“Producir salud, como objeto de la intervención en Salud Mental Colectiva, significa construir espacios sociales donde sea posible devenir “no-enfermo mental”, donde se afirmen las diversidades y se persiga el protagonismo colectivo y la producción de subjetividad. Donde sea posible desplegar la multiplicidad de relatos que aluden a las realidades de las personas con sufrimiento psíquico. Desde los que sea posible resistir al empuje permanente de los discursos y prácticas hegemónicas. Donde la vida esté puesta en primer plano, devolviéndole su dimensión política».
Espacios para pensar, para construir con otros. Complejizar. Frente a lo individual, lo colectivo. Frente al saber experto, la construcción compartida. Frente a la indiferencia, el compromiso. Se me presentó como una propuesta llena de posibilidades y durante un año estuve viajando a Barcelona para participar, junto con otras 25 personas, en la primera edición del Posgrado. Durante ese tiempo escuché, debatí, me conmoví con los encuentros que sucedieron allí, con personas que venían de distintos campos de conocimiento (antropología, pedagogía, experiencias en primera persona, sociología, teatro, artes,…), de distintos países (Brasil, Argentina, España) y con diferentes miradas. Fue intenso y se hicieron fuertes lazos entre nosotros. Porque uno de los aspectos que más me gustó del Posgrado es que me dio la perspectiva de ser parte de un grupo enorme de personas que nos sentimos concernidas por este tema y que tenemos mucho que aportar.
Terminé el Posgrado de Salud Mental Colectiva con la firme idea de replicar esta experiencia. A partir de octubre de 2017, gracias a un acuerdo de la Universidad Rovira i Virgili y Fundación Manantial, comenzará la primera edición madrileña del Posgrado en la que contaremos con otro buen número de personas, que también vendrán de campos distintos de conocimiento, de distintos países y con diferentes miradas, dispuestos a construir colectivamente espacios de cuidado de la salud mental en los que la vida esté puesta en primer plano.
Más información e inscripciones aquí.
Sara Toledano, directora de los Centros de Atención Social «Fuenlabrada» de Fundación Manantial
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