Blog Fundación Manantial
Blog Fundación Manantial
09/10/2019
Hace un tiempo tuve el placer de compartir una mañana con un grupo de mujeres que pertenecen a un maravilloso proyecto de la Fundación Manantial llamado Casa Verde, con motivo de la visita del periódico El País a sus instalaciones.
Fue una experiencia increíble conocer a todas esas mujeres valientes y a un equipo de profesionales con mayúsculas, que se dedica a acompañar a padres y madres con problemas de salud mental y a sus hijos en la gran labor de su proyecto de familia.
Casa Verde realiza una labor de prevención con esos niños, pero también ofrece a sus madres y padres una acogida, una escucha, una presencia en momentos complicados, una guía para llevar a esas familias a buen puerto, un lugar donde sostener el sufrimiento de unos y otros sin etiquetas, sin prejuicios. Acompañar en la máxima expresión de la palabra, desde comprar una puerta a visitar a las madres en sus casas cuando no tienen fuerzas para acudir, hasta ofrecer tratamientos psicoterapéuticos en momentos complicados y posibilitar un teléfono de emergencia para momentos de crisis.
Las madres y padres de Casa Verde tienen una escucha profesional, un sostén de palabras y un apoyo social que posibilita mediante el vínculo con los profesionales un vínculo con los propios hijos y con la vida.
El artículo de El País no es lo que motiva mis palabras, porque fue honesto, huyendo de sensacionalismo y logró transmitir la esencia de este proyecto y la necesidad de que más proyectos como este se multipliquen en nuestras ciudades. Ojalá dentro de un tiempo haya multitud de casas verdes por todo nuestro territorio, será indicativo de que nos hemos dado cuenta de la importancia que tiene trabajar en la prevención como inversión en las personas del futuro y del presente.
Mis palabras surgen de una necesidad después de leer numerosos comentarios de personas que escribieron mensajes hirientes sancionando la maternidad de las madres que sufren problemas de salud mental, con total impunidad y sin ningún pudor.
Escribo hoy después de pensarlo mucho, por un lado reflexionando que estas personas que así lo han hecho, en su mayoría son ignorantes de lo que implica la salud mental, pero de otro pienso que también estas palabras publicadas en un medio de comunicación revelan una realidad, que es el estigma que sufren las personas aquejadas de problemas de salud mental.
Soy una mujer y madre con experiencia en primera persona de esta problemática, y además estoy en contacto con muchos pacientes, participo activamente en mi Centro de Salud Mental de Hortaleza organizando un grupo de lectura y colaborando en un grupo multifamiliar tratando de ayudar a las familias a un mayor entendimiento de sus hijos y de las dificultades que atraviesan.
Cada vez que hablo con los pacientes me dicen lo mismo, sienten que la sociedad no les entiende ni se molesta en hacerlo, que les margina, que les aísla y abandona, que tener un problema de salud mental hace que los demás te den de lado, te vean como alguien peligroso y que te condena a la segregación y por este motivo sienten la necesidad de ocultarlo para no recibir más incomprensión y ahondar todavía más en su soledad y su tristeza.
Esta es la realidad, lo sienten porque el estigma existe, se hace presente continuamente en las conversaciones, en las noticias sensacionalistas que inundan la prensa asociando falsamente la violencia con los problemas de salud mental, en las barreras con las que estas personas se tienen que enfrentar diariamente, no es ningún constructo, es una realidad.
Me parece un discurso tan perverso, el que por un lado nombra a las personas con problemas de salud mental como enfermos, cuando la enfermedad orgánica como tal y la llamada salud mental no tienen nada que ver, convencen a los pacientes que lo que les ocurre es por un desequilibrio bioquímico con lo cual les transmiten el mensaje de que no pueden hacer nada por mejorar su vida nada más que tomar la medicación, para luego en el discurso culpabilizarles de lo que padecen.
Es una trampa absolutamente mortífera que lo que hace es por un lado dar la espalda a lo que hay detrás, que es un gran sufrimiento de las personas, y del otro de esta forma la sociedad se desresponsabiliza y se quita el problema de un plumazo.
Esa división ficticia entre locos y cuerdos que nos tratan de imponer, que la sociedad se esfuerza en mantener para sostener el constructo de la normalidad a salvo, para mantenerse a salvo cada uno de lo que más le atemoriza que es el miedo a la propia locura, la que habita en todos nosotros, en cada uno de los seres humanos que habitamos este mundo.
Les llamamos enfermos mentales para mantenernos en la excepción, para decirnos a nosotros mismos que eso no va con nosotros, la realidad es muy diferente, yo prefiero llamarlos problemas de salud mental porque problemas de salud mental tenemos todos en mayor o menor medida, como me decía el otro día una amiga psicoanalista el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Si somos honestos con nosotros mismos, sabemos que nadie es inmune a esto, que no hay garantías de normalidad, justamente porque la normalidad no existe, es otro invento más de nuestra sociedad.
Cuando te acercas a las personas con problemas de salud mental y las miras a los ojos te das cuenta que en su mayoría han pasado por situaciones traumáticas, abusos, abandono, malos tratos, rechazo y que justamente su problema surge como respuesta ante estas dificultades vitales, las personas tenemos una historia con la que cargamos a cuestas y que no se puede ignorar. Detrás de estos nombres que les ponemos a las supuestas enfermedades, se esconde un gran sufrimiento que tomará diferente forma en cada persona y que nos pone una barrera para escuchar a esa persona en su singularidad.
Los comentarios básicamente decían que la maternidad debería estar prohibida para los enfermos mentales, así sin tapujos y sin pudor alguno. Ahora yo os hago la siguiente pregunta ¿es acaso la supuesta normalidad una garantía para generar buenos vínculos con nuestros hijos?
¿Por qué entonces las personas con problemas de salud mental vienen en un 90% de familias sin ningún tipo de diagnóstico psiquiátrico y muchas de ellas sufren de una gran dificultad de vínculo con sus padres?
¿Quién puede generar un juicio así sobre la maternidad de otro a priori, sin conocerle en profundidad?
¿Acaso una etiqueta diagnóstica puede decir algo sobre nuestra capacidad de amar, de desear, de sostener a un hijo, o de cualquier otra cosa que nos propongamos en la vida?
¿Por qué nos permitimos juzgar así a las personas con problemas de salud mental?
¿Quién tiene la verdad absoluta de lo que es un buen padre o una buena madre para un niño?
Es clara la respuesta antes estas preguntas, nadie tiene la garantía de ser un buen padre o una buena madre, porque la maternidad es un encuentro entre dos personas y nunca se sabe a priori los derroteros que tomará este futuro vínculo, cuáles serán las dificultades o los posibles desencuentros.
La responsabilidad de la sociedad es dar los apoyos necesarios a cada uno de sus ciudadanos, es un derecho que todos tenemos, cuando una persona sufre un accidente de coche se le facilita un fisioterapeuta, un médico y todo lo necesario para que esa persona vuelva a caminar o una silla de ruedas si no logra volver a hacerlo.
Cuando una persona tiene un problema de salud mental no se le asegura la atención adecuada, no se le ofrece un tratamiento psicoterapéutico para que pueda poner en palabras su dolor y su historia, para que pueda modificar aquello que le hace sufrir, para entenderse y trabajar en mejorar su vida, se le deriva a un psiquiatra, se le pone una etiqueta y se le da una medicación, a veces no se hace nada más.
Las barreras están en la sociedad, no en las personas, en la falta de apoyos, en las ayudas que uno necesita para sostenerse en la vida y no se facilitan.
Cualquier maternidad que se sostenga en el deseo con los apoyos suficientes puede llevarse a buen puerto, eso nos enseña Casa Verde, ¿y no es de lo que se trata? ¿No se trata de generar familias dichosas, hijos que se puedan criar y crecer junto a sus familias?
Seamos serios, dejemos los prejuicios a un lado y trabajemos todos en la construcción de un mundo menos inhóspito y más humano, nos hará una sociedad mucho mejor, sin duda.
Las personas con problemas de salud mental no somos ciudadanos de segunda, somos sujetos de pleno derecho y vamos a luchar por nuestro legitimo lugar.
Silvia García Esteban
Silvia es mediadora de lectura con pacientes psiquiátricos, responsable de un taller de lectura en el CSM de Hortaleza y activista y formadora en Salud Mental como experta en primera persona para profesionales y conferenciante en el campo de la literatura y la salud mental. Colaboradora de la Fundación Manantial en formaciones, actos de sensibilización y congresos.
[…] Fuente: Fundación Manantial […]
Un excelente artículo para ser más conscientes de la importancia de nuestra salud mental. No dudaré en recomendar este contenido. Gracias por compartirlo.