Blog Fundación Manantial
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01/06/2017
Hay pruebas palpables todos los días de que estamos atrapados dentro de patrones tradicionales de pensamiento, nos empeñamos en creer que todo se rige por factores externos, en vez de crear un mundo en el que esos factores externos sean creados por nosotros mismos, y aceptar que podemos darle nuestra forma al mundo que vivimos día a día.
Y cuando ya hablamos de patrones en salud mental, salirse de lo establecido consistiría en no dar por resoluto, por solo hablar de uno de ellos, el criterio biologicista de la psiquiatría tradicional; su arraigo ya ha abocado en los últimos decenios y discapacitado a 850 adultos, 250 niños al día, sin olvidarnos de las familias, fáciles candidatos a aceptar tales patrones tradicionales.
Pero hay un aspecto más sutil y sin cifras. La psiquiatría ha remodelado a fondo nuestra sociedad a lo largo de veinticinco años.
Antaño, suponíamos que nuestro conocimiento social de la mente procedía de un conjunto de distintas fuentes (grandes obras e investigaciones del ser humano, escritos filosóficos y religiosos,…) pero ahora tal conocimiento de nuestro ser pasa por un filtro importante- un manual diagnóstico y estadístico (DSM), que ha trazado una línea divisoria entre lo que es “normal” y lo que no lo es. Tras miles de años de un largo esfuerzo por conocer el comportamiento humano, si algo ha quedado claro es que somos lo que somos por lo vivido, por lo sufrido y por lo experimentado como individuos.
Siempre me acuerdo de una cita de Karl Meninnger sobre la perspectiva tan diferente a la hora de juzgar lo que es normal o no, sobre todo analizando lo establecido como sufrimiento:
“Una persona tiene dificultades inusuales cuando afronta los conflictos de su entorno y levanta una polvareda, por así decirlo”.
He usado la metáfora del pez enganchado al anzuelo: sus giros pueden parecer extraños para los otros peces que no conocen sus circunstancias; pero su chapoteo no es sufrimiento, ¡es su esfuerzo para liberarse!, y como todo pescador sabe, esos esfuerzos pueden (suelen) tener mucho éxito.
Por eso, si introdujera solo frías cifras para incapacitar de poder al terapeuta y su medio favorito, de su empeño en curar, se me estaría olvidando algo que está por encima de cifras: “transformar el modo en que se trata y se acepta el sufrimiento psíquico y el manejo de herramientas en salud mental a nivel individuo, no como paciente o enfermo”.
Esa definición de enfermo o paciente, o terapeuta-cliente, ya lleva intrínseco la violencia, porque la forma de definir a ambos deforma, sin entrar en matices, la conceptualización. Aún no he encontrado etimología posible de alguna palabra para ello, salvo terapeuta y diagnosticado, es lo que más se arrima.
Pues así lo sentimos los diagnosticados, el eterno paradigma de ‘lo normal’ encuentra un muro en la sala del profesional, un abismo insalvable que puede durar cientos de sesiones, a pesar de la percepción del terapeuta de haber conectado y haber descubierto los desniveles anormales de sustancias que deberían recorrer nuestro cerebro.
Tales sesiones deberían dejar de coleccionar fracasos, justificando medicación y ahondar en el ser humano que se tiene enfrente, claro que eso implicaría que tendrían que escuchar y la verdad es que estando allí te das cuenta que antes de argumentar la primera pregunta que te hacen, ya tienen preparada la segunda que tienen estructurada, da igual lo que conteste uno.
Repetir esta estructura tantas veces en artículos puede parecer una necedad –y no por ello lo voy a dejar de repetir- porque considero que recibir críticas tan pusilánimes como que es el mismo discursillo, ya lo recibieron escritores como María Zambrano- un referente personal- cuando escribió que “el delirio es una forma diferente a la inteligencia racional, y una de las perspectivas que conforman el mundo”.
O las críticas y análisis a Cervantes cuando dibujó a un Don Quijote que constantemente se esfuerza por introducir su mundo sobre la realidad racional y genera un constante enfrentamiento entre el delirio y la razón. Y cuando después de alguna derrota le hace distinguir la realidad racional, no la acepta, a menos que esté encantada.
Pero gracias a escritores como estos, puedo explicar que algo parecido surge en el proceso de asimilación que nos hacen pasar a diagnosticados: el cerebro se protege creando realidades. Nada diferente al proceso natural del pensar humano: a partir de conceptos, creamos o construimos nuestras propias verdades, y como resultado, vamos adquiriendo experiencia y explicamos la vida.
Pero como siempre he dicho en las participaciones a las que he tenido el privilegio de asistir, representar a un colectivo es sin duda una gran responsabilidad, por eso no me gustaría que se interpretara como la del colectivo de diagnosticados-con mensajes propios y definidos sobre la perspectiva y óptica del tema- sino como una reflexión más de mi experiencia vital y de tratar de hacer más objetiva y real la manera y consideración de términos como locura, delirio, psicosis, esquizofrenia, bipolaridad, trastornos de conducta y afectividad, depresión, ajustes,… Términos que van demasiado de la mano, con más frecuencia de lo que uno quisiera, porque en definitiva, si de procesos emocionales estamos hablando, eso es la vida: una larga escalera de procesos emocionales, en la que a veces tenemos que bajar, subir, o volver a pasar por la misma. Vivir señores, vivir, que vivir no es proceso vírico que curar, aunque algunos también se pasen la vida intentándola curar.
Y para concluir un pensamiento y premisa de un loco, ser feliz significa poder percibirse a sí mismos sin temor, pues si nos ayudan bien, gracias y si no, a mirar que esto está cambiando.
Efrén
Fuentes:
“Comprender la psicosis y la esquizofrenia (The British Psychological Society)
“Anatomía de una epidemia” (Robert Whitaker)
Enhorabuena, Efrén, por este gran artículo! Muy de acuerdo con tus opiniones, felicidades!
Gracias por tu artículo, Efrén. Lo encuentro muy interesante. Me gusta, sobre todo, el último párrafo, con la enseñanza aportada por uno de nuestros compañeros: si te liberas del autoestigma (o el temor a ti mismo), tu capacidad de ser feliz aumentará de forma exponencial.
Se dijo que los peces no hablan porque lo saben todo.
Recupérate pronto compañero.